Contra la soledad y el sufrimiento, La Nación

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Domingo 15 de noviembre de 2009.

Sociedad

Contra la soledad y el sufrimiento

«Menos camas psiquiátricas, y más salud mental comunitaria» es el concepto que impulsa la OMS para enfrentar la enfermedad mental. Un grupo de profesionales gestó un modelo de atención psíquica que sigue esa premisa y apunta a la integración social.

La cajera del supermercado pasa el fin de semana llorando. Su hija quedó con la abuela en Corrientes, la dejó para venir trabajar. Llora sábado y domingo. La extraña mucho. El lunes la cajera va a un hospital, busca ayuda. Es muy probable que le prescriban un antidepresivo para que esté mejor y no llore. Tal vez le sugieran una terapia. Una mañana, en el salón que parece recién estrenado, Gustavo Lipovetzky, psiquiatra, cita el hipotético ejemplo de la cajera. Quiere señalar que también existen otros recursos a utilizar. Dice: «Pensamos que la soledad y el sufrimiento mental se pueden aliviar integrando recursos comunitarios a los tradicionales de la psicoterapia y la medicación».

Cuando habla con orgullo de «nosotros», habla de Proyecto Suma, la asociación que dirige. La integran psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, enfermeros, nutricionistas, neuropsicólogos y talleristas. Abrió sus puertas en mayo en la ciudad de Buenos Aires -donde muchos ven con preocupación las políticas de desinversión en salud-. No tiene fines de lucro, sí un objetivo ambicioso: ofrecer tratamientos y dispositivos para la integración social y laboral de quienes viven con alguna variante de sufrimiento psíquico. Trastornos afectivos, de pareja, crisis de pánico o dificultades severas como la esquizofrenia. Lipovetzky explica que la farmacología «ha sido determinante para aliviar el sufrimiento y, en muchos casos, mejorar la calidad de vida. Pacientes maníacos, con delirios o alucinaciones, pueden estabilizarse; los psicofármacos y la psicoterapia son muy importantes». Pero en muchos de estos casos los que logran la anhelada estabilización terminan en el sillón de su casa. Hacen zapping frente a la tele.

A fines de agosto estuvo en el país Benedetto Saraceno, Director del Departamento de Salud Mental y Substancias Abusivas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No se cansó de repetir la palabra «comunidad». Habló de invertir menos en camas psiquiátricas y más en salud mental comunitaria. «Salud mental comunitaria es entrar dentro de la comunidad, utilizar la riqueza de la comunidad», remarcó Saraceno. Lipovetzky retoma: «La deuda que tenemos en Salud Mental es integrar a esos pacientes con patologías severas en la red social y laboral. La enfermedad mental, por el nivel de estigma que hay en la sociedad y a veces en la propia familia, ensimisma y excluye al sujeto de los vínculos y trayectos del tejido social. Mucho más del laboral. No podemos hablar de curación hasta que alguien no tenga algún nivel de integración en la red social. Ahí radica la importancia del trabajo con la comunidad».

La OMS define la salud mental como un estado de bienestar en el que cada individuo puede desarrollar su potencial, manejar el estrés de la vida cotidiana, trabajar productiva y prolíficamente, y hacer una contribución a su comunidad. Proyecto Suma propone una estructura de cruces múltiples para albergar a quien no se sienta parte de esa definición. Consultorios externos, hospital de día, talleres -donde por ejemplo se aprende cómo armar un curriculum- , espacios de reflexión, club de fin de semana, un área de acción comunitaria, otra de docencia e investigación. Daniel Abadi -uno de los fundadores y coordinador junto a Gustavo Guardo, del Hospital de Día- explica que «muchas veces los pacientes vienen por consultorios externos con dificultades de inserción social o laboral. Al disponer de otras herramientas, un taller o el club de fin de semana, esa consulta ambulatoria no termina en un buen consejo o en una receta». Retomando el caso de la cajera del supermercado: «trataríamos también de ver cómo integrarla a algún taller o la contactaríamos con un grupo para que el sábado y el domingo tenga un espacio de encuentro». ¿Podría la cajera del súper costear un servicio así? Los integrantes de Proyecto Suma responden «sí», hablan de honorarios accesibles y becas.

La idea suena bien, recién está empezando a materializarse. Comenzó a gestarse hace más de dos años, entre colegas y amigos ?Gustavo Guardo, Martín Nemirovsky, Daniel Abadi, Luis Herbst y Martín Agrest? que se reunían a correr por Palermo. Al trote dieron forma a este proyecto. Invitaron a otros profesionales. Eduardo Leiderman, Silvia Wikinski, Carlos Lamela, Carmen Cáceres, Adriana Honig, Myriam Monczor, Sergio Giordano, Bemi Fiszbein, Silvina Schapira. «El grupo fundador está integrado en su mayoría por personas que trabajan en salud mental desde hace más de 20 años. Algunos nos recibimos hace 30. Nos conocemos de hospitales, congresos y jornadas. Muchos teníamos experiencia institucional previa. Una de las dificultades para concretar el proyecto era el financiamiento», cuenta Luis Herbst. A fin de 2007 consiguieron el aporte económico de un grupo de filántropos.

Romper el estigma

Proyecto Suma funciona en una casa en Belgrano. Bajo los techos vidriados de la galería, pacientes del Hospital de Día -los primeros quince- están reunidos a la mesa.

-¿Dónde es la presentación de tu muestra?-pregunta uno de los comensales frente a un humeante pastel de pollo.

-En el Teatro San Martín -responde alguien cuyas obras de arte se exhiben por estos días. Alguien es una de los 450 millones de personas que padecen trastornos metales y del comportamiento, según estima la OMS. Los problemas de salud mental constituyen cinco de las diez causas principales de invalidez a escala mundial. Y estos trastornos, entre los que se cuentan depresión, adicciones, esquizofrenia, trastorno bipolar, son tan importantes en los países en desarrollo como en los industrializados. No es un problema de ricos o pobres, sí de exclusión social.

Sentado a la mesa hay un joven con una de esas caras nacidas para galanes de cine. Tiene menos de 30, pantalones y camisa de marca, se excusa de no participar en la nota: «Disculpáme, estoy medio frágil. No quiero hablar por la vergüenza de mis familiares», dice con voz angelical. Más tarde se acercará: «No sé cómo definirlo, como el sufrimiento es inexplicable, el amor es inexplicable. Hay una frase de Shakespeare que dice que cuando la enfermedad alcanza la desesperación, se necesitan recursos desesperados o nunca más. Acá encontré esos recursos» dice, y sale al jardín.

El Día de la Primavera los pacientes del Hospital de Día repartieron esos plantines de aromáticas entre los vecinos. La idea fue trabajar dos ideas vinculadas a la reinserción. Por un lado el barrio. Por otro, el estigma de vivir con alguna dificultad de salud mental.

-Tené cuidado con estos. Están locos.

-De entrada nos preguntamos cómo abordar el barrio -dice Lipovetzky-. Queríamos evitar la estigmatización de nuestra institución. Tomamos el método de la vieja usanza de la Psiquiatría Comunitaria. Hicimos una lista de «potenciales agentes de salud». Panaderos, porteros, almaceneros. Los invitamos a una charla de inauguración y a comer empanadas.

«Encontré a mi hijo con un porro. ¿Qué debo hacer?». «Mi hijo está todo el día en la compu». Con charlas que convocan a hablar de estas cosas, Suma invita a la gente del barrio a algo más que conocer la casa. Y busca que quienes estén en las fases finales de sus tratamientos sean mejor recibidos por la comunidad.

Tejer redes saludables

-Hay otra actividad preventiva -agrega Abadi-: que la gente se encuentre y hable entre ella. Generar un punto de encuentro y de intercambio, porque suponemos que ir tejiendo redes también genera condiciones de salud mental, aunque no sea específicamente una charla sobre drogas o esquizofrenia.

-¿Cómo se promueve la salud mental?

-Evitar que la gente esté sola forma parte de promover salud. La gente sola se enferma más que la que está, de alguna manera, agrupada, o en familia, o en pareja, o teje redes con la sociedad-asegura Lipovetzky-. El que no tiene la posibilidad de estar en conexión con el otro, de decir o escuchar, se enferma más. Es mejor estar en red que solo. Y si alguien viene a una charla y se va pensando eso, ya hay una parte de la tarea cumplida.

Un jueves a la tarde, más de veinte profesionales de reunidos en Suma, se sirven gaseosas sin azúcar, se pasan la fuente de empanadas y discuten con vehemencia acerca de la actividades en el barrio. Afuera, los pacientes trabajan en la huerta. Acomodan plantines de aromáticas. Regalaron cientos el Día de la Primavera, que hoy embellecen terrazas y balcones de los vecinos. Regalarlos fue un modo de erosionar la barrera del estigma. Como muestra de su tamaño, Ivana Druetta, coordinadora del área de Acción Comunitaria, siguió de cerca el modo en que operan los prejuicios hacia la gente que vive con algún problema de salud mental. Analizó cómo es tratado el término «Esquizofrenia» en los diarios. «El paciente no es peligroso pero los medios generan la aparición del término en dos secciones puntuales: las de las noticias de Espectáculos y Policiales», concluyó Druetta.

En la pequeña huerta, Pedro Ulloa, ingeniero agrónomo, junto con terapeutas ocupacionales, enseña cómo cuidar de esos brotes frágiles. Los pacientes trabajan la tierra en silencio. El maestro explica que un tutor no debe apretar las habas ni demasiado mucho ni demasiado poco. Uno de los integrantes del taller comenta: «Lo más importante de la huerta son los frutos de la conversación. Las metáforas de las plantas».

Adentro, los colegas discuten acerca de cómo relacionarse con la comunidad. Más allá de las buenas intenciones, Suma necesita tiempo para ver si puede cumplir sus metas y también, atravesar escollos y críticas. «Otros modelos prescriben la medicación, atienden psicoterapéuticamente, y una vez que el paciente está bien empiezan a espaciar las consultas. Llegan hasta ahí. La reinserción es un aspecto de la psiquiatría que no está siendo tenido en cuenta. Vale la pena intentarlo», comenta Martín Nemirovsky, coordinador del área de Rehabilitación y Acción Comunitaria. ¿Qué aborda este tema el sistema público de salud mental? «Los dispositivos de rehabilitación del sistema público son insuficientes. A pesar del enorme esfuerzo de los profesionales de la salud, no dan abasto,», señala Lipovetzky. En la huerta alguien fantasea: «Quizás el día de mañana podamos salir a vender los tomates de nuestra huerta en la puerta de esta casa». Y alguien responde: «Estás del tomate».

Por Maria Eugenia Ludueña

El club de fin de semana

Uno de los espacios más distintivos de Proyecto Suma es el Club de Fin de Semana, orientado a personas con dificultades de integración, para quienes sábado y domingo son días difíciles. «Proponemos un espacio donde atravesar y dignificar el tiempo de ocio. Los pacientes tienen un carnet de socios cuando vienen al club. Coordinan sus actividades, como salir a correr, juntarse a ver una película, ir a un museo», explica Sergio Giordano, el coordinador.

Experiencia modelo en un hospital

Un exitosa experiencia de reinserción funciona desde hace nueve años en

el Hospital Estéves de Temperley. En este neuropsiquiátrico de mujeres el Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA) se inscribe en la corriente que promueve la desinstitucionalización de los pacientes psiquiátricos y su reinserción comunitaria. Las pacientes conviven en grupos de tres a cinco personas en casas que el hospital alquila en el barrio. «Implica un posicionamiento ético y clínico respecto de los derechos de los ciudadanos en situación de internados. Esta, junto con otras experiencias en nuestro país y en el mundo, demuestra que existen alternativas a la manicomialización en el padecimiento mental severo. Y que es posible en las condiciones de nuestra provincia y nuestro sistema público de salud», escribieron para la revista de psiquiatría Vertex algunas de las profesionales que trabajan en PREA: María Rosa Riva Roure e Ivana Druetta, psiquiatras; Carmen Cáceres, psicóloga,  Marisel Hartfiel, socióloga. Julio Ainstein es el director del programa- y del Hospital-, y Patricia Esmerado la coodinadora de esta iniciativa que trabaja con 84 mujeres, de las cuales 55 se encuentran externadas y 29 internadas participando de los Talleres para la externación.

Los ñoquis de Hebe, Suplemento Las Doce, Página/12

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Viernes, 25 de septiembre de 2009

EXPERIENCIAS

La alquimista

Desde hace dos años, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo es la anfitriona de un taller que propone algo más que recetas nutritivas y económicas. En “Cocinando política y otras yerbas”, Hebe de Bonafini no sólo transforma los materiales en sabores, sino también el hecho de compartirlos en una oportunidad para la conciencia colectiva.

Por Maria Eugenia Ludueña

Es casi obvio y no por eso duele menos. Asistir implica adentrarse en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Encarar los senderos arbolados. Caminar hasta lo que fue el Liceo Naval y hoy es el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHI) de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Bajo estos pinos cinco mil hombres, mujeres y bebés fueron torturados, desaparecidos, robados. La escenografía del horror nunca deja de estremecer. Pero desde antes de que se abriera en 2008, las Madres dejaron claro: no querían un paseíto por el museo de la muerte sino una plataforma para honrar el proyecto de sus hijos, el brillo de sus ojos.

Un martes húmedo, frío, el ECuNHI vibra de color bajo el cielo de tormenta. Aspira a convertirse en una Universidad de Artes y Oficios, con talleres de artes visuales, letras, música, teatro. A las cinco empieza uno de los más tentadores del menú. “Cocinando políticas y otras yerbas”, a cargo de Hebe de Bonafini.

El aula es amplia, aséptica de tan nueva. La voz de Hebe la puebla.

–Compañeros, hoy vamos a hacer ñoquis.

Parada detrás de una mesada larguísima, lo que impresiona no es el delantal de cocinera –con una foto del Che– sino que esté sin pañuelo. Pelo corto, mechones gris plata, ojos chiquitos, claros, sin lentes, los labios apenas colorados de una abuela coqueta. Suele contar que en su casa no usa pañuelo, tampoco si va de compras. Acá los ingredientes los compraron los alumnos. Al empezar son unos treinta. Seguirán llegando y apoyarán en la mesada algo traído para la receta. Hebe les hará señas de que retiren los materiales de estudio de la mesada. Las hojas de lectura incluyen dos recetas –hoy: “ñoquis”, la semana siguiente: “pastel chileno”– y dos textos de Eduardo Galeano. A los nuevos se nos ofrece un rectángulo de papel –con letras demasiado elegantes para llamarlo panfleto– que anuncia “Cocinando política”. Lo ilustra un pañuelo de Madres de Plaza de Mayo y la fotografía de un guiso. Lo firma Hebe: “A veces nos alteramos porque viene la Cuarta Flota de los Estados Unidos a rastrear nuestros ríos, pero ignoramos cuando se meten en nuestras cocinas. El capitalismo es muy peligroso, envenena de a poco. Acá nos encontraremos para charlar, discutir y aprender a cocinar”.

Las clases de “Cocinando política” arrancaron en agosto de 2008, en un sitio pequeño, con garrafa y sin heladera. “Lo de hoy es un lujo. Lo armamos entre todos, fuimos trayendo cosas y finalmente tenemos esta hermosa aula”, dice Hebe. Sin ocultar orgullo ni convicción, enumera:

Para dos personas necesitamos un cuarto kilo de ricota, una yema y una cucharada bien llena de harina.

Acomoda las ollas en el centro de la escena, pide: “Una compañera que me ayude”. Una de las alumnas va rauda. Abren frascos de ricota, rompen huevos, unen.

–Compañeros: es simple. Se mezcla todo en una olla. Luego, con las manos limpias y enharinadas se forman bolitas. Si las hacen muy chiquitas, se rompen al cocinarlas. Después, las apoyan sobre una fuente con algo de harina.

La ayudanta mezcla. Hebe también, en otra olla. Advierte a su coequiper:

–Ojo: la ricota no se bate, se mezcla nomás, ¿eh?

En esta versión indie de un programa del canal Gourmet, Hebe habla de platos económicos, nutritivos. Enfatiza con las manos, las uñas pintadas rojo oscuro, anillos gruesos, dedos entrenados para el trabajo puertas adentro. Antes de la desaparición de sus dos hijos, las manos ágiles estaban ahí, en interiores. Era Hebe María Pastor, le decían Quica. Tejía, cosía, hacía telares, cocinaba dulces, pintaba macetas y se las ingeniaba para venderlas y sumar plata al hogar desde el hogar. Ahora amasa, corta frente a la cámara de televisión para el programa semanal de las Madres.

“Antes se llamaba ‘Cocinando política’, este año le agregamos ‘y otras yerbas’ para ampliar. Hacemos de todo. Estamos armando las otras yerbas en la huerta orgánica”, cuenta Hebe. Arenga:

–Vamos a empezar la huerta con dos canteros grandes, ¿quién tiene una carretilla que pueda traer?

En cinco minutos están los materiales organizados y el dinero del flete. Adriana, alumna entendida en cocina orgánica y naturista, es uno de los motores de la huerta y explica a los presentes: “En el predio hay viejos tachos de aceite que podemos acondicionar para hacer abono. Hay alambres y cosas para reciclar”.

–Lo que no es de nadie es de todos. Y todos somos nosotros –remata Hebe. –Hasta invernáculo podemos tener –se entusiasma Adriana–, paisajista, integrante del primer grupo de agricultura orgánica de la Argentina. Cuenta: “Me interesa una cocina natural, con semillas, en base a nuestros cultivos, anticapitalista. Por eso vine”. Hebe anticipa que otro día va a enseñar “una torta con batata, mandioca, zapallo y huevo, sin nada de grasa”. Una de las alumnas susurra a la de al lado: “Hoy la veo más joven, más flaca y más linda a la Madre”. Varios le hablan como a como una sacerdotisa: “Madre: ¿esto lleva sal?”.

–Compañeros, a la ricota no hay que ponerle sal porque se aplasta mucho. La sal se agrega al agua de cocción.

Algunos se acercan a hacer ñoquis. Alguien llega tarde con más ricota. “El taller es gratuito, cocinamos con lo que traemos. Nos turnamos según las recetas. Todas son saludables, nutritivas, económicas, de América latina”, comenta Olga, otra participante. Olga es docente, vino desde San Isidro. “Vivo sola, era maestra rural. Volvía del campo, encendía la radio y escuchaba a Hebe. Desde su programa nos alentaba a que cocináramos con lo que había. ‘Piquen una cebollita’, decía. Supe que daba clases y vine”. En el aula hay gente de todas las edades y barrios. José Hernández, ayer comerciante, hoy jubilado, vive en Villa del Parque. “Hay gente que dice que es grosera, pero ella, si tiene que decir algo, lo dice. Hebe es un fenómeno, tenerla cerca me energiza. ¿Viste cómo habla?”, pregunta José y acomoda su boina.

Hebe pide silencio. Lee en voz alta El arroz civilizado de Galeano, una historia de filipinos en la cárcel de Manila, que comen el arroz salvaje y oscuro de los pueblos primitivos. Militares de fuerzas invasoras los consideran malnutridos, les envían el arroz “civilizado”, blanquito. Los presos enferman. Cuando vuelven a comer el arroz salvaje, termina la peste. Los talleristas ríen.

“Hoy no podés hablar de marxismo a la gente en una silla. Hay que hablar desde lo sencillo, cotidiano, lo más simple. En la cocina hay mucha creatividad, se pueden hacer tantas cosas. Cocinar es una manera de recuperar la cultura, nuestros cultivos, de agrupar a la gente, que se estaba acostumbrando a comer basura” –explicará después Hebe–. Convencida de que “el capitalismo te hace comprar lo que no necesitás”, contará anécdotas de esta docencia gastronómica. “Un día vino una señora y dijo: ‘Soy de esas que se compró el freezer, pero nunca lo pudo llenar y usar. Primero porque no tenía plata y después porque falleció mi marido. Les regalo el freezer”.

En primera fila hay dos mujeres atentas. Hebe presenta: “Dos compañeras que hacían la diplomacia de las Madres en Europa”. Aplausos. Una de ellas se acerca con bastón a la mesada y colabora.

–Compañeros, los bollitos se ponen con la mano en agua hirviendo. Suavecito, se rompen. Cuando flotan, los sacan, los acomodan en una fuente, agregan queso crema y queso rallado. Pimienta. Nada más, no tiene vueltas.

El vapor se eleva desde la olla, borronea la cara del Che Guevara en el pecho de la cocinera. Ella esparce copos de queso crema en la fuente. Un alumno pregunta: “¿cuánto queso Hebe?”.

–Poné nomás, corazón.

Los ñoquis humeantes marchan en platos a labios del alumnado. Pasa Teresa Parodi, directora del ECuNHI, papeles en mano. Alguien la convence de probar. Hora de comer, limpiar, conversar. Hebe llena otra fuente, cuenta que están armando un libro de cocina con esta experiencia. Dice: “El otro día hicimos una de esas sopas nutritivas, riquísimas, que convida Evo. Otro fuimos a Ensenada para que conocieran el Astillero Río Santiago. Siempre hay alguien de afuera. Una chica del altiplano, vino un año y se volvió, nos dejó su aguayo”, señala el tejido en la pared. “Una vez vino una mujer y se presentó: años antes, había dado información anónima para el escrache a un represor. Hay de todo. Otros confesaron que lo habían votado a Macri”, se ríe.

–Madre, qué delicia.

–¿Vieron? No dan trabajo y son dietéticos. El domingo los hice con pesto.

Hebe se quita el delantal, lo guarda en una bolsa con sus dos delantales preferidos. Llevan el rostro de mujeres cruciales: Evita y Pepa, su madre. Se despide y sale acompañada de otras Madres. Van tomadas de los brazos, hablando de sus proyectos: radio, viviendas, universidad. Caminan despacio, sin apuro, con la serenidad que corona los años de lucha. Donde hubo odio, hay amor. En el centro más grande de detención y exterminio, hay comida casera, entibia la noche bajo el brillo de sus ojos.

Cocinando Política y Otras Yerbas
ECuNHI, Libertador 8465, Martes de 17 a 19.

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El poder de la autocuración, La Nación

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Domingo 22 de noviembre de 2009

Historias de vida

El poder de la autocuración

Lo que pensamos y sentimos impacta sobre las células. Desde hace 15 años, la psicóloga Eloísa Abello coordina un grupo gratuito con pacientes oncológicos. Y asegura que atravesar la dolencia acompañados es parte crucial del proceso de recuperación.

Norman Cousins era un norteamericano atípico para el promedio. Sus cartas de presentación decían: «Periodista, graduado en Columbia, crítico literario, editor de The Saturday Review». También: «Militante contra las tropas en Vietnam en particular y la carrera armamentista en general». En sus artículos no se cansó de señalar la paz como la principal herramienta en la lucha contra la enfermedad. Ya era una celebridad cuando le diagnosticaron una espondilitis anquilosante. Cousins rechazó internarse en un hospital. Auxiliado por un médico amigo, investigó. Inventó su tratamiento: hotel con pileta en medio del campo. En una casona de tejado azul se dedicó a proyectar películas de los hermanos Marx, a rodearse de sus seres queridos, a cambiar su dieta. La crónica de su recuperación fue más que un best seller. El libro Anatomía de la enfermedad (1979) decía cosas como: «Diez minutos de risa tuvieron efecto anestésico, dos horas de sueño sin dolor». O: «La energía vital quizá sea la fuerza menos comprendida del planeta».

En esos tiempos en que el señor Cousins usaba su cuerpo como laboratorio, Eloísa Abello supo que a una tía muy querida le habían diagnosticado cáncer de mama. Fue testigo de la fe con que ella abordó el diagnóstico -su tía era muy creyente-. De cómo, a partir de la noticia, esa mujer encaró nuevos gestos: empezó a pintar, a desenterrar del fondo de sí misma una veta creativa. La tía también comenzó a evitar conversaciones y temas que la entristecieran, a disfrutar al máximo de su entorno amoroso. «A pesar de que los médicos le daban muy mal pronóstico, mi tía vivió casi dieciocho años más. Vivió muy bien. Creo que esa situación familiar me impactó tanto que terminé dedicándome a esto», cuenta Eloísa Abello, psicóloga, una mañana en el consultorio. Por la ventana se ven las cúpulas del Congreso de la Nación. Norman Cousins creía que la enfermedad y el estado de bienestar se relacionaban con la política; también, con la manera en que las emociones inciden en la salud. ¿Hasta qué punto el cerebro puede influir sobre la curación?, se preguntaba Cousins, y se sigue preguntando ella frente a cada caso. Lleva la mitad de su vida profesional trabajando con pacientes oncológicos. «Ninguno de nosotros estará aquí hasta la eternidad. Pero quienes viven con alguna enfermedad tienen, en cierta manera, un recordatorio más potente.»

El recordatorio del señor Cousins se reactivó en 1980. Un ataque al corazón lo llevó al hospital. Apenas logró sentarse en la camilla, miró a los médicos y advirtió: «Están frente a una de las maquinarias más complejas y asombrosas que hayan entrado a este hospital». Otra vez, encaró una investigación con ayuda de su médico amigo. Otra vez escribió un libro. Jubilado, se incorporó a la Escuela de Medicina de la Universidad de California, donde enseñó y estudió la relación entre emociones y salud. Cousins afirmaba que la creencia era parte integral de la curación. Escribió: «Los estudios están volviendo obsoleta la noción científica de que el sistema nervioso central y los sistemas que controlan las funciones endocrina e inmunológica están separados. Las fuerzas positivas -amor, fe, voluntad de vivir, propósito, festividad- son poderosos antagonistas de la depresión. Ayudan a crear un ambiente que hace del cuidado médico algo más efectivo. Es una tontería debatir la utilidad de las fuerzas curativas del cuerpo comparadas con la ciencia médica. Con enfermedad, el objetivo es movilizar toda la ayuda que se pueda obtener. El sistema de sanación del cuerpo en conjunto con el tratamiento médico adecuado y una dieta, es el camino para maximizar las posibilidades de éxito». Falleció en 1990, a los 75 años. Un área de la Universidad de California lleva su nombre: Centro Cousins para la Psiconeuroinmunología. Su objetivo es entender las interacciones entre el cerebro y el cuerpo, junto con la importancia del bienestar psicológico para la salud y la recuperación de la enfermedad.

Eloísa cree en eso:

-Cousins decía que así como el dolor y la tristeza pueden enfermar, la alegría y la voluntad de vivir pueden ser parte del tratamiento. Está científicamente comprobado que hay una química de lo que pensamos y sentimos, y que influye sobre las células. Si experimentamos bienestar, el sistema inmunológico mejora y nos podemos manejar mejor con la situación de enfermedad. «Todos tenemos un poder de autocuración», decía Cousins. Ahora sabemos que existen técnicas para que el sistema curativo se ponga en funcionamiento.

-¿Cómo se relacionan con la medicina tradicional?

-Como un complemento. A los pacientes les digo: «Si tenés que hacer quimioterapia, hacela». Mientras, tratá de investigar qué otras cosas te hacen sentir bien. He visto gente a la que los médicos le daban dos meses de vida y sigue viviendo. Conozco el caso de una mujer increíble. Tuvo linfoma de Hodgkin y cáncer de mama. Me dijo: «Acordate; yo de esto no me muero». Tenía unas tremendas ganas de vivir; cambió su mente. Era empresaria. Internada, recibía quimioterapia y manejaba su empresa con celular y computadora. Los clientes creían que estaba en un viaje de placer. Hay afirmaciones con tal convencimiento que funcionan como una orden.

A veces, la «orden» puede ir en otra dirección. Una vez, Abello le preguntó a un hombre al que le habían diagnosticado un cáncer con muchas posibilidades de recuperación:

-¿Usted quiere vivir?

-No, yo no quiero vivir. Quiero que se termine lo antes posible. Mi hija tiene 15 años, ya no me necesita.

El hombre falleció mucho más rápido de lo que podía sospecharse por su enfermedad.

-Después de años acompañando a personas con cáncer, ¿hay algo que le llama la atención?

-En muchos de los casos se da que uno o dos años antes de un diagnóstico de cáncer esa persona ha atravesado una situación emocional severa que la dañó mucho. Una paciente decía: «Mi cáncer tiene nombre y apellido: el Corralito». Me impacta cómo la gente que asiste a grupos o atraviesa el tratamiento acompañada por amigos o familiares, tiene una mejor recuperación que la que está sola. Participar de un grupo de apoyo genera una energía sanadora, que también tiene que ver con los vínculos que se establecen entre las personas. Un diagnóstico de cáncer cambia la vida. Los controles generan un estado de vulnerabilidad. Llega gente aterrada por la quimio, con muchos fantasmas. Encontrarse con otros que ya lo pasaron puede aliviar.

Desde hace quince años Abello es la coordinadora del Grupo Esperanza, dirigido a quienes viven con cáncer. La actividad es gratuita, y una gran mayoría de las participantes son mujeres con cáncer de mama. Todos los jueves al mediodía, al menos unas quince personas están sentadas en el primer piso del Instituto Cerim.

Este jueves son una docena de mujeres de diferentes edades, reunidas en un salón. Una de ellas cuenta:

-Esta semana me crucé con una conocida de 42 años con cáncer y decía que para ella era un castigo.

Rápida, Eloísa corrige:

-No es un castigo. No es algo que ocurra porque alguien se portó mal.

-Para mí no es un castigo -dice una señora-. Pero me lo quiero sacar de encima lo más rápido posible. Estoy ansiosa. Preocupada por un lunar que apareció en mi cuerpo. La semana pasada fue fatal. Consulté de médico en médico. Me tengo que apurar, hacer todo lo que puedo ahora que estoy acá; en unos días me voy al Sur a visitar a mi nieto.

-Uno siempre puede hacer algo por uno, no importa donde uno esté -la tranquiliza Eloísa-. Hay que aprender a contenerse. Las palabras pueden dar órdenes a nuestras células. La vas a pasar bien con tus nietos. No hay nada más sanador.

Dice una de las mujeres más jóvenes, con una bandana sobre su melena rubia:

-Hoy prefiero escuchar, estoy bajoneada.

Cada una va contando cómo se siente. Se arma un debate sobre la angustia que produce la muerte, si el intelecto es o no capaz de controlar esa angustia.

-La angustia de muerte -interviene Eloísa- la tenemos todos, quizás ustedes más presente. Estamos mal educados con el tema de la muerte. Si uno busca en lo espiritual, ya no es tan importante el cuerpo.

Ana María Capristo es cosmetóloga, maquilladora, humor y energía. «Cuando tenía 45 años tuve cáncer, me sacaron la teta y estoy viva. No me angustié demasiado. Me replanteé mis valores religiosos. Estudié. Me hice una teta y al tiempo la usaba de alfiletero.» Habla con tanto entusiasmo que se sacuden sus aros, su collar y su peinado impecable. Capristo viene el tercer jueves de cada mes al grupo. «Oriento a las personas para verse bien y sentirse mejor.» En otros tiempos llegó a estos encuentros hecha un ovillo: «Andreíta, mi hija, también tuvo cáncer. Eso me movilizó mucho. Me preguntaba «por qué a mí». Empecé a preguntarme «por qué no a mí». Fue duro el tema de la quimio, pero también fue una comunión total con mi hija; hoy está bien.»

Entra un señor, se sienta y permanecerá así, en silencio. Detrás de él, una mujer muy joven. Las otras la abrazan, sonríen, preguntan. «Estoy muy bien; ya hace dos semanas que me operé. Les quiero agradecer. Me sirvió tanto la charla que tuvimos sobre la mastectomía. Sobre todo cuando una de ustedes dijo que a los 15 días de la operación estaba en bikini en las playas de Gesell.»

-¿Cómo se llama tu prótesis?

-Fiona.

Todas ríen. Las que vienen hace poco y las de hace años. El encuentro termina con una meditación. «En la carrera de Psicología de la Universidad Maimónides se estudian los aportes de las técnicas de visualización. Es muy interesante ver cómo en estado de relajación profunda, el cuerpo reproduce la sensación de agrado», dice Abello al fin del encuentro.

-Habló de la importancia de un camino espiritual.

-Es muy importante el cambio de creencias. El inicio de un camino espiritual no necesariamente quiere decir religioso, sino darse cuenta: no somos sólo materia. Desarrollar actividades vinculadas con el espíritu: música, por ejemplo. Replicar la experiencia del grupo en otra ciudad también puede ser un ejercicio espiritual. Tengo dos pacientes que armaron grupos: una en Tartagal y otra en la provincia de Buenos Aires.

-¿Qué hacer para prevenir la enfermedad?

-El yoga o la meditación pueden ayudar, pero, básicamente, hacer cosas que nos gustan. El terapeuta Lawrence LeShan, que trabaja desde hace 40 años con pacientes con cáncer, acuñó una frase: «Te enfermás cuando dejás de cantar tu canción». Hay sistemas de creencias que enferman. Y hay pasiones que salvan.

Por María Eugenia Ludueña
revista@lanacion.com.ar

Más datos: Grupo Esperanza Funciona en el Centro de Estudios, RadiologIa e Investigaciones Mamarias (Cerim), AzcuEnaga 970, Ciudad de Buenos Aires, los Jueves, de 12 a 14

¿Qué es la psiconeuroinmulogía?

La psiconeuroinmunología (PNI) es una disciplina científica que investiga la relación entre el cerebro, el sistema inmunológico y sus consecuencias clínicas. El término que la designa surgió del psicólogo Robert Ader a fines de los años 70. Este campo interdisciplnario busca entender los mecanismos biológicos y psicosociales que operan sobre el sistema inmunológico a fin de preservar la salud y mejorar los tratamientos de las enfermedades. Funciona como un puente entre la psiquiatría, la psicología, la neurología, la endocrinología, la inmunología, las neurociencias y la medicina interna. Integra también disciplinas orientales, meditación y ejercicios para recuperar la armonía entre el cuerpo y el espíritu.

La tercera revolución de la medicina

En El laboratorio del alma: historias para sanar que merecen ser contadas (Ediciones B), Stella Maris Maruso cuenta historias de personas que viven con enfermedades severas, desde el punto de vista de la psiconeuroinmunoendocrinología. Tanatóloga y discípula de la Dra. Elizabeth Kübler Ross, invitada a la escuela de Salud de Harvard, en 30 años de tarea ha acompañado a más de 20.000 pacientes con cáncer. Maruso considera que las emociones influyen sobre la inmunidad y considera que la psiconeuroinmunoendocrinología es la tercera revolución de la medicina. «La mente y el cuerpo están intrínsecamente ligados. Su interacción ejerce profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, la vida y la muerte. Actitudes, hábitos y estados emocionales, desde el amor hasta la compasión, y desde el miedo hasta el resentimiento y la rabia, pueden desencadenar reacciones que afectan la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional. Todos disponemos de un potencial bioquímico para crear salud. Está en nuestras manos poner en funcionamiento esta capacidad autocurativa», asegura Maruso, al mismo tiempo que descarta cualquier receta mágica. «La sanación es un proceso que va más allá de la curación del cuerpo físico. Es un proceso emocional, mental y espiritual sorprendentemente poderoso que nos acerca a quienes realmente somos y a nuestro propósito en este mundo. Sanar es regresar a nuestro estado de integridad.»

Argentinas, Suplemento Las Doce, Página/12

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Viernes, 11 de diciembre de 2009

ARTE

Zonas húmedas

Argentinas es el literal nombre de una muestra interdisciplinaria en donde cada una de las firmas encierra un nombre de mujer. Con secciones fuertes en arte, historia y cine, la exhibición permanecerá abierta en el Centro Cultural Borges hasta el 3 de enero, cuando emprenda una gira internacional que terminará en la apertura de la Feria del Libro en Frankfurt.

“Mucha humedad. Hay mucha humedad.” Eva Ruderman es curadora. No habla de la extraña atmósfera porteña de la semana, sino de la sensación térmica de la muestra multidisciplinaria que colgará con Gruposiete Contenidos en el Centro Cultural Borges y podrá verse durante el próximo mes. Desde el pasado 3 de diciembre hasta el 3 de enero, Argentinas tiene como disparador y punto de partida a la mujer desde una visión multifocal. El recorrido es largo y recién empieza. La exhibición ya tiene en agenda un itinerario por otras ciudades del mundo. Completará su círculo en Frankfurt abriendo la Feria del Libro de 2010.

El arte, el cine y la historia son los tres ejes conductores de Argentinas. A la muestra artística la conforman las obras de 16 mujeres –escultoras, pintoras, fotógrafas, videastas– nacidas en estas tierras, algunas reconocidas y de larga trayectoria, otras emergiendo de los arroyos de los nuevos talentos. Marta Minujin, Karina El Azem, Verónica Di Toro, Rosana Schoijett, Sofía Bohtlingk, María Guerrieri, Laura Glusman, Adriana Minoliti, Claudia Mazzucchelli, Cristina Schiavi, Elba Bairon, Guadalupe Miles, Karina Peisajovich, Lorena Ventimiglia, Luna Paiva y Silvana Lacarra.

En el área cinematográfica, habrá ciclos de películas de Albertina Carri, Paula Hernández, Ana Katz, Lucrecia Martel y Lucía Puenzo. Y se proyectarán documentales a modo de homenaje a las otras, las pioneras, las que hace rato hicieron historia. La exhibición prestará especial atención a la historia con una muestra iconográfica presentada por la marca de productos cosméticos Dove. Fotografías, textos e imágenes para repasar cómo fue que algunas mujeres dejaron su huella. Escritoras del siglo XIX y XX, las primeras universitarias, educadoras y militantes. Eduarda Mansilla, Victoria Ocampo, Olga Cossettini, Rosario Vera Peñaloza, Manuela Pedraza y Macacha Güemes convivirán por unos días con Juana Manso, María Luisa Bemberg, Evita, por citar sólo a algunas de las que serán convocadas en el Centro Cultural Borges. Gran parte del contenido de Argentinas –obras, textos biográficos, fotos– quedarán plasmadas en un libro con el mismo nombre.

La trastienda

Al germen de Argentinas hay que rastrearlo en la cabeza de Francisco Condorelli, director de Gruposiete Contenidos, una productora que además de editar la revista G7, trabaja en publicidad y comunicación, y busca posicionarse en el campo social. Francisco es un joven sub-30, oriundo de Chivilcoy, que entre un pucho y un mate, dice: “Cuando pensé en hacer esta muestra, no me interesaba reflejar el trabajo de las mujeres. Buscaba abrir una discusión, un espacio desde donde pensar problemáticas que no son exclusivamente de género sino sociales. Pero donde las víctimas son casi siempre mujeres. El arte es una manera de sensibilizar y convocar. Argentinas busca abrir el diálogo y la discusión sobre estos temas, porque la solución a esos problemas –violencia, trata, abusos– depende de la atención y el compromiso de todos”. Hace varios meses, munido de algunas de estas convicciones, Condorelli fue a ver a Florencia Braga Menéndez. Además de la galería de arte que ya es una marca registrada, Braga Menéndez es –desde principios de 2009– directora general de Museos de la Ciudad. “Con ella tuvimos una charla donde se tocaron temas que terminaron de generar el clic para que la muestra suceda. Nos dio el apoyo moral para concretarla, por eso es una de las impulsoras de este proyecto. También buscamos que la muestra sea una carta de presentación del arte argentino al mundo y poder alimentarla año a año”, dice Condorelli.

El espíritu gestante se palpita en la marca curatorial de Eva Ruderman, que además de ser licenciada en Gestión e Historia de las Artes, es la coordinadora de la galería Braga Menéndez, todo un símbolo en materia de trastiendas abiertas como militancia inclusiva antisnob. ¿Cómo representar el ideario mujer & argentina? La curadora se lo planteó en estos términos: “No queríamos mostrar a la mujer desde un lugar lírico ni firuleteado. Nos preguntamos acerca de los atributos de lo femenino. Fui rotando de lo orgánico a lo corporal, a lo que significa poner el cuerpo. En las obras de todas las artistas está esa dicotomía femenina entre la fragilidad y la valentía. Es una muestra vinculada con un mundo romántico, con tormentas y miedos. La idea no fue convocarlas sólo por el talento sino por el hecho de que cuentan algo. Me interesan las poéticas propias. Les creo. Todas trabajan mundos donde podemos sentirnos cómodas y por momentos espejadas”.

Antes de la lluvia

La muestra de las dieciséis artistas visuales de Argentinas se titula Antes de la lluvia. Bajo el agua fluyen muchas historias. La naturaleza y la sensualidad registradas por Guadalupe Miles, fotógrafa. Una de sus imágenes se convirtió en la tapa del libro. El retrato de Karina, una mujer de origen wichí, vecina del Chaco salteño (donde Miles trabaja desde el año 1996 con las comunidades wichí, chorote y nivaklé). Los pies en la tierra, la vista en el cielo. Está rodeada de plantas medicinales. “Esa imagen abre una etapa nueva, en grupo, hacia el monte y las plantas curativas, pensando en registrar la riqueza de ese espacio mientras el desmonte avanza cada vez más, afectando no sólo a la gente de las comunidades”, dice Miles.

Están también las plantas que emergen de las profundidades de Adriana Minoliti. Las municiones de Karina El Azem salpicando la violencia urbana y doméstica. Sofisticados juegos que conducen de la oscuridad a las luces de Karina Peisajovich. Habitantes de sueños infantiles pergeñados y tumbados por Elba Bairon. La Puna de Luna Paiva. Los nados en el río Paraná contados por la cámara de video de Laura Glusman. Los personajes fundidos en la búsqueda del perpetuo e inasible equilibrio de Lorena Ventimiglia. Las hijas, madres, hermanas imaginadas por Claudia Mazzuchelli. La intimidad visual de Rosana Shoijett. Las fugas radiantes, intermitentes, poderosas, de las series de Verónica Di Toro. Las luces y sombras de las relaciones materializadas por María Guerrieri. Los perpetuos giros sobre la sociedad de consumo masivo en las instalaciones de Marta Minujin. Las insinuaciones de Silvina Lacarra en superficies contemporáneas. Las crisis de rectitud y fragmentación en el espacio de Sofía Bohtlingk. Las interpelaciones de los tótems y de las criaturas absurdas de Cristina Schiavi. Hay humor, crítica, guiños, una fuerte conexión con la Madre Tierra y una reivindicación de los orígenes de la Argentina. “Esta muestra puede funcionar como parte de una estrategia de posicionamiento de nuestro país como polo cultural.” Hay auspiciantes de peso. Y hay mucha humedad.

www.muestraargentinas.org.arArgentinas
Del 3 de diciembre hasta el 3 de enero
Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín
Informes: 4311-4865 / 5555-5359
Horario: Lunes a Sábados de 10 a 21
Domingos de 12 a 21 hs.
Lo recaudado con el valor de las entradas irá a para a escuelas rurales a través del plan Rutas Solidarias, impulsado por Red Solidaria junto con la Fundación Hormigas.

Entrevista: Concha Buika, Suplemento Las Doce, Página/12

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MUSICA
Vivir de amor


Concha Buika canta las mejores canciones de Chavela Vargas. Un encuentro virtual entre dos mujeres capaces de desgarrar el corazón con su voz y su presencia. Pero para la descendiente de guineanas –su árbol genealógico es un matriarcado, dice–, ese repertorio de amor y dolor es sólo una estrategia para desdramatizar: ¿De qué sirve morir de amor si siempre se resucita y se vuelve a morir después?

Por Maru Ludueña

Concha Buika está en la suite de un hotel porteño, en maratón de entrevistas. Presenta El último trago: regalo del cumpleaños número noventa de Chavela Vargas. Trece temas con repertorio de la mexicana, grabados por Buika y Chucho Valdés en once horas en los estudios Abdala, en Cuba. El listado de periodistas y fotógraf@s que esperamos para subir a la habitación de Buika es extenso. Tenemos fe. La historia de cómo esta mujer nacida en 1972 en Mallorca, descendiente de guineanos, llegó hasta acá –segunda visita a la Argentina– viene acompañada de algo más que grandes críticas y elogios a una voz libre como el flamenco, el jazz, la copla y la ranchera mexicana. Muchos piropos vienen de la comunidad cultural progre, como Pedro Almodóvar o Joaquín Sabina, seguidores de la primera hora, antes de que arrasara en Europa y América latina con Mi Niña Lola y Niña de Fuego, del sello discográfico de Limón, donde Buika es “una punta de lanza”.

Los archivos son generosos con ella. Incluyen anécdotas que otros preferirían olvidar. Buika ha contado que cuando Chavela la escuchó por primera vez la hizo callar. “Necesitas mucho todavía para cantarme”, le advirtió allá lejos la Vargas. A Buika tampoco le dan miedo las palabras. “Soy bisexual, trifásica y tridimensional”, le dijo al periodista Manuel Cuéllar de El País, al explicarle su tríada amorosa de aquel momento: “Un matrimonio a trío es lo más cómodo, coherente y emocionalmente divertido que he encontrado”.

Cuando llega el turno, Buika se adelanta y saluda. Sonríe. El vestido –hecho por su hermana– celebra su porte de diosa africana. Cabeza erguida, ojos de pantera, nariz oronda sobre boca ancha de idéntico color chocolate con leche del vestido. Manadas de trencitas van y vienen por el cráneo con forma de luna. Se disculpa con esa voz aguda, algo rasposa: “Soy vergonzosa para la foto”. Desliza: “¿No molesta si me fumo uno para relajarme”. Arma y cuenta. “No fue fácil: de ser una persona a la que nadie le quería dar un trabajo a verme en una gigantografía. Me fotografié desnuda para vencer el miedo a mi imagen.”
¿De qué trabajaste antes?

–En la barra de una discoteca, en un teléfono erótico, muy payaso y muy estúpido. En Mallorca éramos tres familias de africanos. Me presentaba en los trabajos, ni me dejaban hacer la prueba. ¿Sabes por qué hoy una mujer tiene bastante más preparación en muchas cosas que un hombre? Porque es la que lo tuvo más difícil. Eso te hace desarrollarte como un animal. La evolución viene tras la necesidad. Es extraño ser la única negra de la discoteca, del bar, de la biblioteca. Un poco freaky pero lo que he pasado, no conozco otra cosa.
¿Te dejaste de sentir rara?

–No es que lo dejara de sentir. Ahora me enorgullezco. La única Buika en la sala. De alguna manera todos nos sentimos bichos raros. Sabemos desde dónde hablamos pero no desde dónde nos escuchan. Y de repente saberte distinto ya no molesta. Al revés: da muy buen rollo.

Tiene en la base de la nuca un tatuaje: la inicial de su hijo Joel, de 10 años. Otro en el brazo izquierdo, nombres de nueve musas. Además de sus hermanas, ahí están madre, abuela y bisabuela, que huyeron de Guinea Ecuatorial a Mallorca. “Kitailo es mi abuela y el espíritu que me guía. Vengo de un matriarcado y veo un matriarcado fuerte en la Argentina. Sois el país más africano que existe. Esa relación espiritual que tenéis con las cosas es brutal. Buenos Aires es una acrópolis que tiene la civilización y lo salvaje, no se da en Europa. Aquí se nota, se palpita. El otro día desempolvé un disco de Mercedes Sosa. Desde su simpleza, ese rellenar el cielo de la boca con cada palabra, tiene una inteligencia natural, es muy Africa.”
¿Vas seguido?

–Estuve en Mozambique hace poco, en un teatro hermoso con dos mil personas. No había un negro. Si yo hubiera sido una cantante inglesa rubia maravillosa no me hubiera sentido tan mal. Me sentí tan extraña, prefiero no pisar el continente por un tiempo.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos con música?

–Mi música llegó antes que yo. El canto de mi madre y mi abuela. Cuando ella no se atrevía a decirle algo a mi madre se lo cantaba. Se ponía a tender la ropa y a cantar. Y estaba mi madre en la cocina, gritando: “¡Mirá qué me está diciendo!”.
¿Y tu padre?

–Mi padre no es. Se fue cuando yo tenía 9 años. No me caía bien. No pasa nada.
¿Lo volviste a ver?

–Yo no. Volvió después de 26 años, tocó la puerta de mi madre y dijo: tengo hambre. Mi madre flipaba. Ella tiene mucha fe. Imagínate: sacó a la familia adelante sólo con la fe. Limpiaba en casas y hoteles. Todos sus hijos estudiaron, somos buena gente.
¿Le abrió la puerta a tu padre?

–Le abrió, le puso un plato, le prestó un pijama de mi sobrino. Al día siguiente le dijo: “Ya está, chau”. Imagínate, la mujer ya casi con 70 años. Hace dos se apuntó a la universidad. Está haciendo la adaptación al estudio para mayores y seguirá Filosofía. Cree que no está bien que las mujeres hayamos perdido la capacidad de la fe, que a ella le ayudó tanto. Me decía: “Tú fumas porros, ok, se puede tener fe y fumar porros, no creo que sean cosas que vayan reñidas”. Ibamos a la iglesia los domingos. Era africana, le vendían todas las motos. Por mi casa han pasado mormones, cristianos, testigos de Jehová y de cualquier cosa. Escuchaba a todo dios. Mientras ella pudiera seguir en su ejercicio de la fe le daba igual con qué iglesia. Gran lección.
Buika señala un florero sobre la mesa, una rosa amarilla. Golpea con los dedos la madera.

–En el único arte que cree el africano es en el arte natural. El que hace que tú veas que esto es una maravilla. El sonido de un tambor. Nuestro canto es arte natural.
¿Cuándo sentiste que tu voz tenía algo especial?

–Nunca lo he sabido. Simplemente me empezaron a dar dinero. Mi tía cantaba en un hotel y yo trapicheaba en una barra de Mallorca. Mi tía le dijo a mi madre: “¿Una niña que cante para un grupo de blues?”. Mi madre dijo: “Conchi canta muy bien”. Y yo: “No sé cantar”. Que sí, que pin que pan y me dieron diez mil pelas. Luego el sinvergüenza del grupo me engañó: decía que a las cantantes las hacían pagar para que pudieran exponerse, por si había ojeadores que las contrataban para hacerlas famosas. Me dijo: “A ti te dejan cantar gratis porque cantas muy bien”. Yo encantada. Tenía 17 años.
¿Eras muy distinta?

–A los 17 todas somos modelos, cantantes, presentadoras, lo que nos pongan. Hay algo que me parece curioso. Aquí no sé si tenéis este problema: en España tenemos el tema de la violencia de género.
Sí lo tenemos, es grave.

–Cuando yo era niña, no recuerdo a una compañera riñendo porque un niño le pegase. Más bien lo contrario: que la bruta de la clase le había dado una hostia al pobre desgraciado y le había dejado hecho polvo. Pero nos obsesionamos con volvernos mujeres. Matamos a la niña que llevamos dentro. Queremos ser la mejor madre, la mejor hermana y estar guapísima, tener autoestima, ser divina. No se puede tanto. A veces creo que lo de ser mujer es otro invento del hombre. No seamos nada. Seamos lo que nos dé la gana. Estamos educando niños, no deberíamos caer en esas trampas. No sé de hembras de otra especie que no sepan darle de comer a sus hijos.
¿Cuál es tu punto débil en esas trampas?

–Intentar aprender de lo que hay delante, no del recuerdo. Para aprender hay que recordar cómo hacíamos las cosas cuando no teníamos miedo. Ya hicimos todo, fuimos libres. ¿No te acuerdas? Cuando éramos niñas. Recuerda cómo es. No es aprender ni volver, es recordar. Nos tienen engañadas con muchas cosas. Nos hicieron pensar que la soledad era un martirio. La soledad es la mayor de las libertades, el lugar donde uno se construye. Soy una diosa, soy divina, soy impresionante. La que no piense así lo lleva muy mal.
El primer tema del disco es “Soledad”.

–Sí. La llamé: “Ay Chavela, me siento muy solona”. La vieji me azotó: “Pues mija, respete la soledad, déle su rinconcito ahí, bien adorada”. Es un momento mágico. Es importante para nosotras, que tenemos mucho que construir, tía. El disco hace referencia a la soledad de otro perfil. Lo que hizo esta mujer, el maestro José Alfredo Jiménez y otros fue solemnizar el dolor. Yo he sufrido y sigo sufriendo, pero con la cabeza muy alta y unas ganas de vivir que me muero. El disco me ha ayudado a reabrir viejas heridas. He estado muy cómoda en mi papel de víctima. Hay que desdramatizar. Se sobrevive al desamor. Morir de amor no sirvió.
¿Y los hijos?

–Son tu corazón. Siempre están ahí. Mi hijo está con su padre en Madrid, estudiando. Con el padre nos separamos para seguir juntos toda la vida. Tenemos una estructura tribal. Vamos donde nuestros hijos estén bien. Quería que creciera en Mallorca, con la naturaleza. Luego me lo llevé a la capital, para prepararlo para un mundo duro. Su papá me siguió. Allá donde al niño le convenga ir ahí vamos. Hace poquito empecé a salir con una chica, un ángel, lindísima. Por eso: morir de amor no sirvió. Viene otro morir que te deja en brazos de un nuevo morir y conduce a otro morir que hoy te está matando.¤

Concha Buika presenta el 10 de diciembre en el Teatro Gran Rex su trabajo reciente: El último trago, una recopilación-homenaje, con las mejores canciones de Chavela Vargas. En el CD la acompaña Chucho Valdés.

Escorts, Suplemento Las Doce, Página/12

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CRONICAS

Las elecciones particulares

Ellas hablan de su trabajo, aunque no se perciben como trabajadoras sexuales. Mucho menos como mujeres en situación de prostitución. La palabra que eligen es “escorts”, a veces “acompañantes” y siempre ponen por delante su decisión y su conveniencia para referirse al intercambio de sexo por dinero, el modo en que se ganan la vida y hasta se pagan no pocos lujos. Casi nunca se las nombra en los debates en torno de la prostitución; tal vez sea la pertenencia de clase y su nivel de instrucción lo que las deja al margen. Protagonistas de escándalos políticos y públicos, de best sellers escritos en primera persona y de fantasías varias, estas mujeres defienden una doble vida que pocas veces se defiende en voz alta.

Por Maru Ludueña

Eran tres o cuatro tanguitas. Una roja, otra con strass, todas colaless. Colgaban del ténder, tan diminutas como el balcón del típico departamento de estudiante en La Plata. Milagros había ido a estudiar a lo de una compañera de facultad. También le llamaron la atención los zapatos de taco aguja en el dormitorio.

–¿Vas a bailar con esos tacos?

–Son de una amiga –respondió la anfitriona.

Milagros guardó el detalle con el silencio con que se guardan las buenas cartas y dio por cierto el rumor: su compañera trabajaba en un cabaret, le quedó la duda ¿sólo bailaba? Lo importante, cuenta otra tarde –quince años después, tomando un cortado en jarrito en un café del shopping Alto Palermo– es que esa compañera la inspiró. “Gracias a esa chica de la facu me avivé de que se podía trabajar de esto”, dice. Milagros trabaja de escort, anglicismo que significa “acompañante”. Sus clientes pueden gastar en una noche con ella el equivalente a un salario mínimo. Los datos claves están en una página web. Barrio Norte. 100, 65, 95/ 1,65/ Viajes: Sí. Inglés/español. En las fotos tiene un aire a las Trillizas de Oro en clave porno soft. Pelo lacio, dorado, con flequillo. Está en babydoll floreado. Con portaligas y corset, aprieta sus lolas. La boca en un mohín idéntico al de modelos en publicidades de lencería. Tendrá más de 30 y menos de 35, lo que la posiciona entre las “maduritas”.

El portal a través del cual cualquiera –así como hizo esta cronista– puede dar con Milagros es el más exclusivo, por los 800 pesos mensuales que paga cada escort por cargar datos y fotos. La página “no funciona como agencia, su actividad se limita a la fotografía y a la publicidad”, advierte el sitio. “Fui de las primeras en publicar ahí, hace nueve años, cuando abrió y éramos pocas” –contó con orgullo Milagros por teléfono. “Tengo otro trabajo, normal. En esto hay mucho engaño, corazón. Hay que ser cuidadosa, la competencia es feroz.”

Este mes Milagros compite con 65 colegas del mismo portal web. Compite con cuerpos tuneados en otras miles de páginas de escorts, foros y blogs; en avisos del rubro 59 de diarios respetables. Compite con prostitutas VIPS que trabajan en “departamentos” –donde amigas comparten gastos tipo cooperativa–. Compite con “privados”, con chicas regenteadas por alguien que se queda con parte. Compite con alternadoras y bailarinas de boliches y pubs. Esas son las más caras. En teoría, las más codiciadas son las amateurs, que desarrollan otra actividad: universitarias, promotoras, vedettes, “artistas” de la televisión.

“Las escorts amateurs parecen chicas normales sin pinta de gato” –explica en un foro de expertos un tal “CATador”. Otros disienten: “Si cobra no es amateur”. Ahí se recomiendan o no a las acompañantes, consultan gifts (tarifas), sortean “citas” con escorts, arman club de fans de sus favoritas. Los foristas son muy exigentes. Tienden al chiste, a contar a través de un zoom sus intimidades y a celebrarse (“felicitaciones por el reencuentro anal con la morocha”). “En el ‘83 todas eran amateur y se las comenzó a llamar ‘gatos’ o ‘escorts’. La mayoría se profesionalizó y largó otros trabajos, excepto las del espectáculo”, es la historia que se escribe en las tertulias virtuales con olor a hombre. Nadie sabe cuántas son. Hay quien dice tres mil escorts en Buenos Aires. Milagros es una y, según los foros, su departamento es tan coqueto como el de otra escort histórica de Recoleta, Delfina.

Llamé a Milagros al número de la página, me pasó otro. “Tengo un gran sentido de las voces. Vienen jueces, abogados. Hice dos carreras. Viajé por el mundo. Me gusta la adrenalina. Tomo mis recaudos. ¿Querés charlar en el shopping?”

Lunes a la tarde en una de las cafeterías del Alto Palermo. Llegó de negro: pollera corta, abrigo largo. Sólo había mujeres. Ella era la más elegante. Maxicartera, aros dorados, uñas de manicure con barniz marfil. Dos celulares. Jugaba con una pulsera dorada hecha de caballitos engarzados. Controlaba el reloj. “Es un Armani, un regalo, me regalan mucho. Mirá este anillo: oro blanco. Esto es un diamante. Para mi cumpleaños enviaron tantas flores que les dije: basta plis, mi living parece una sala de velatorio.”

Soy la mujer ideal de muchos hombres

“…Siempre fui ambiciosa. De adolescente me llevaron a una escuela de modelos, no me gustó el ambiente. El sexo toda la vida me resultó muy placentero. Un día busqué en los avisos del diario. Decía ‘trabajo cómodo, tanta plata, buena presencia’. Llamé y corté, hasta que me animé. La voz de una señora dijo ‘te tengo que ver’. Era en Boedo. Ella atendía el teléfono y el marido era taxista. Al principio sentía curiosidad. No ganaba tanto. Seguí estudiando. Alguien me contó que en una agencia podía hacer más. Así fue. Después, pasé a un privado. Eramos dos chicas, perro y gato. Las relaciones son difíciles. Publiqué en la web, me independicé.”

La familia de Milagros ignora esto. Ella no quiere que se publique nada sobre padres o hermanos. En algún momento estuvo en pareja. Mientras duró la relación, dejó de trabajar de escort.

“…volvés por la plata, por vicio, por clientes que llaman. Siempre hay una incitación a empezar de nuevo. Tendría que estar jubilada: la edad es la primera competencia. Cada una tiene su público: mi target es de 25 a 50 años. El 80 por ciento casados, muchos con hijos chicos, dicen que ellas no dan bola. El resto, los enamoradizos. A los hombres los veo terriblemente necesitados. Se quejan del maltrato de las mujeres.”

Suena su celular: “Hola. Sí, a las siete, dale”. Milagros corta y dice: “¿Vamos a mi casa? Es a cuatro cuadras”. Camina rápido, martilla la vereda con sus tacos aguja. La miran. Ella no mira a nadie. Saluda al encargado, recoge un sobre. Cuenta: “Trabajo en una consultora, sin horario, por objetivos. Si alguien dice: ¿puede ser que te haya visto en Internet? Niego todo. Me parás en la calle y no te doy mi teléfono”.

El departamento es nuevo. Vidrio/metal/blanco/madera. Tres ambientes a la calle. Palier privado: cuadritos + pátinas + flores.

–Tenemos un sexto sentido. Me impresiona: ellas siempre los llaman cuando están entrando. Jamás te van a engañar un sábado a la noche. Te engañan un lunes al mediodía. Te tratan como una amigovia. No los llamo por el nombre: podría confundirlos. Tampoco digo “mi amor”, suena falso.

Flota un silencio escenográfico en el living. Hay un acuario con peces grises y naranjas. Aparece un gato siamés “¡Hola Johnny!”. Barra de madera, bodega, copas. En una vitrina la luz se proyecta desde abajo una tarántula embalsamada junto a unas piedras semipreciosas. Giran sábanas cuadrillé en el lavarropas. En una habitación está la computadora, en la silla bolsos deportivos. “Amo los caballos, son mi cable a tierra. Practico salto hípico. Montar te saca de cualquier bajón. Exige ir al gimnasio, cuidarte.”

El dormitorio es tan normal: una cama, una foto de caballos, una tele.

–Sólo miro Valientes.

¿Disfrutás el sexo siempre?

–Lo disfrutás con algunos. Si no tengo ganas, no puedo poner cara de culo. El cuerpo humano es una máquina, te acostumbrás. Me ha tocado gente desagradable. Ahí está tu profesionalismo. Es dinero rápido, pero no es plata fácil.

Milagros no sale de su casa por menos de 500 pesos y sólo si conoce al cliente. “No me pasó, pero hay tipos que dicen ‘no sos como la de las fotos’ y pum: te cierran la puerta en la cara. No trabajo de noche, salvo que sea de confianza, o vayamos al cine y a cenar. Así puedo ganar 1600 pesos.” Las mejores ecuaciones tiempo-beneficio están donde confluyen altas cantidades de testosterona y metálico. “Una concentración de futbolistas en un hotel cinco estrellas se paga bien. Dos mil dólares. No me gusta, no te podés mover del hotel. Los aguanto una o dos horas. Por eso hago menos viajes. Debo sacar 5000 dólares al mes. Tengo mi departamento, una propiedad afuera, un auto y caballos. No infrinjo la ley. Si viajo por la consultora, busco una agencia afuera. Me doy mis gustos. En el verano alquilé casa en Los Troncos. Laburé, invité gente, pagué las vacaciones. Soy la mujer ideal para muchos hombres: cariñosa, independiente.”

“…pago mi cobertura médica. Me hago el test de VIH. Gasto en preservativos, óvulos, geles. Doy un servicio completo con protección. Una vez vino un juez, muy mayor, me había llamado su terapeuta para explicarme que le diera tiempo. Cayó con custodios. Se había olvidado de tomar el Viagra. Estuvieron afuera esperando. Le pedí que no los trajera, por mis vecinos. No me da vergüenza. Pero te privás de tener pareja, de hijos. Hay muchas chicas con nenes, dicen que trabajan en otra cosa. Estoy tan plena de sexo, que voy a bailar y no pienso en tipos. Ser escort levanta el ego. Si a todos les dijeran tantas cosas lindas como a mí, habría paz en el mundo. Mis tías y sobrinas me consideran un ejemplo. Mi progreso no es por estudiar, y eso, en algún lugar, me duele.”

Sobre el sofá hay un cuadro de los 80: mansión, palmeras, autos deportivos, atardecer a orillas del mar. El título es Justification of Higher Education. Milagros dice que se refiere a “las cosas que podés conseguir con educación”. Son las siete, el timbre.

EL VALOR DE UNA BUENA EDUCACION

En los noventa, Jorgelina Sosa se sentó a las mesas del Exedra, aquel bar extinto donde tantas chicas pasaron décadas tomando café y esperando por políticos, abogados, artistas y cultores del Garch & Go. Las trabajadoras sexuales del Exedra eran un mito, lo mismo las relaciones entre ellas. Un día Jorgelina dijo “suficiente” y volvió a las calles de Flores. Convertida en la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) Capital, dice: “Lo que hace que una trabajadora sea VIP es un nivel más alto de educación. La mayoría tiene secundaria, estudios universitarios. Lo ejerce más por status. Cobran otras tarifas, se mueven en otro nivel, lo eligieron. No padecen el maltrato policial. Está arreglado, la policía no va a ciertos lugares para no molestar a dueños o clientes. Es una complicidad muy grande. Las que trabajamos en la calle llevamos el manguito para la olla. No hay muchas chances de elegir cuando no tenés acceso a una buena educación”.

¿Qué diferencia hay entre “escort” y “puta”?, pregunta en su blog Marien, desde Barcelona, licenciada en Ciencias Políticas y trabajadora sexual de lujo. “El contexto. Las ‘putas’ están, son, las de la calle. Ofrecen servicios más económicos. Las ‘escorts’ tienen estudios superiores, hablan idiomas, visten de marca. Suelen decir que son modelos, estilistas, azafatas y algunas reniegan no sólo de la palabra puta sino de la palabra prostitución. Este punto me indigna. Denota una falta de sensibilidad y de solidaridad de las ‘escorts’ hacia las ‘prostitutas’ que tienen que estar en la calle, muchas veces por desconocimiento”, dispara Marien en su blog.

Jorgelina Sosa estuvo en este otro bar del microcentro al que se mudaron muchas al cerrar Exedra. Tras las cortinas rosadas de la ventana están las Galerías Pacífico. Jorgelina no vino a sentarse, sino a contar a las compañeras acerca de la organización Ammar. Ofreció abogados, estrategias de prevención y especialistas en salud. “A veces les interesaba el asesoramiento legal. Ellas pagan su plan de salud privado. Se sienten damas de compañía o gatitas. No nos aceptaban los preservativos. Trabajan puertas adentro, sin que las vean. Históricamente el poder enmascara el consumo de los poderosos.”

Muy cada tanto, esta ecuación se invierte. Eliot Spitzer, gobernador de Nueva York, luchador contra el tráfico sexual, renunció cuando el New York Times difundió que era el “cliente 9” de Emperors Club VIP, agencia de escorts donde gastó 80 mil dólares.

–Esperame en la cama grande –le dijo Silvio Berlusconi a Patricia D’Addario, la escort del año, después de cenar en el Palazzo Grazioli. Cuando entró al dormitorio, dos chicas acariciaban a Il Cavaliere. Patricia se abstuvo: “No me gustan las orgías”. Después, aportó data. El escándalo tuvo su capítulo argentino: el primer ministro había invitado a su palacio a Gabriela Figueroa, bailarina y maestra de la danza del caño en Bailando por un Sueño. Bailaba en un boliche, donde recibió la propuesta y la rechazó, en Recoleta. Ese barrio es el tour más obvio de los que buscan chicas caras. Fabián trabaja con empresas de tecnología. “A los clientes extranjeros los acompaño a Madaho’s. Es sólo para turistas: 90 pesos la entrada. Para irte con una chica tenés que pagarle una o dos copas a 150 mangos. Ellas piden 600 pesos por el servicio, sumale el telo. Las que bailan son más caras. Salir en la tele o revistas multiplica el número. ¿Por qué pensás que algunos mediáticos tienen tantas novias? Un amigo pagó 8000 pesos por una noche con una conocida.”

Federico y amigos eligen in situ, en otros pubs. “Si vamos a Pinamar, cargamos las tablas de surf y buscamos a las chicas. Madaho’s es un cazabobos. Preferimos Cocodrilo o Pampita. Ellas la pasan bien, somos sanos, deportistas.” Federico y amigos tienen 40 y pico, empresas, mujeres, hijos. “No queremos que nos rompan las pelotas –dice uno–. Hugh Grant podría conseguir cualquier mujer pero le gustan las prostitutas, ellas tienen vedado el romper las pelotas.”

TARDE DE BAR

Ursula tiene 28, parece menos. Será por su cara de nena, su voz adolescente, su metro cincuenta, su pelo rubio, pajizo y leve. La contacté por conocidos. Primero conversamos horas en un bar en Lavalle y Esmeralda, su territorio. Ursula es simple, enérgica como el viento. Habla rápido, ríe a carcajadas y a cada rato se huele el pelo. Propone que vayamos a conocer el bar donde empezó hace diez años: el de las cortinas rosas frente a Galerías Pacífico.

No es un bar como cualquiera, pero sólo se percibe adentro. Una miniconvención de la ONU: mujeres de todas las etnias, edades y estilos. Una atmósfera de peluquería. Chica robusta, acento colombiano, lee en la Cosmopolitan: “Diez cosas que debe mostrarte antes de comprometerse”. Rubia preciosa, mucho rímel, musculosa, tacos, jeans, cuchichea con amiga. Se pasan brillo en los labios. Hay una negra flaca, bella, con un foulard y un Ipod, a punto de dormirse. “¿Tiene 50, podés creer?”, dice Ursula y pide una coca. En la barra, dominicana morena, de tailleur, susurra cada vez más cerca a la oreja de un señor rollizo cada vez más sonriente. Las demás esperan, conversan como cuando se teje –con la mente en otra parte–. Tienen jarras de agua y enroscan un mechón de pelo en el dedo. “Para sentarte pagás un ticket de 70 pesos diarios. A la noche, lo canjeás por comida, cocinan riquísimo y te llevás a tu casa.” Ursula aclara al mozo: “Tenemos que hacer tiempo y vinimos de civil nomás, no a trabajar”.

Ursula vive y nació en Vicente López. Primaria en un colegio inglés, (“tenía beca”, “sé algo de inglés y de alemán”), secundaria en un público de Belgrano. Su papá falleció cuando tenía 18 (“era distribuidor de productos de granja”). Su mamá, celadora escolar. Tiene una media hermana, casi no la ve. Ursula era vendedora de un local de ropa infantil en un shopping de zona Norte.

“Un martes de franco vine con una amiga al bar, ella me explicó. A las 11 de la mañana llegó un viejo. Lo veías y no dabas dos mangos. Me miró, fui, me senté. ‘Si te querés quedar una hora son 200 pesos.’ ‘¿Sos completa?’ ‘Sí, vamos’. Estaba nerviosa. Me acordé de las películas porno. Hasta hoy actúo como en una porno. Me dio 700 pesos, más de la mitad del sueldo del shopping.”

“Al principio venía los francos. Hasta que uno se me enamoró. Pequé de buena: le conté la verdad. Quería que viviera con él. Yo no. Llamó al shopping, contó todo. No le creyeron.” A Ursula le dio tanta vergüenza que no fue más. Empezó a trabajar en el bar de lunes a viernes, de 10 a 16. A ganar 600, 800 pesos diarios. “Llegué a hacer diez clientes en 24 horas. Se me inflamaba la herramienta de trabajo. Me mudé al departamento de una amiga. Un día le dije: ‘Todo bien linda, te adoro, pero no me rinde, me vuelvo a laburar sola’. El novio me amenazó. Volví acá y empecé con Internet, un recurso más. Al ser completa podía organizar muchas citas.”

En los foros morían por ella. “Pequeño huracán.” “Chiquita. Recomendable si cuando te traen el pollo, te comés el ala.” “No está pirucha.” Se felicitaban por pasar su teléfono. “Me encantó: estudia, no toma ni fuma.” “Rubia platino. Hermosa charla.” La evaluaban: “Besos. PT sin. Mimosa”. Un día Ursula hizo mutis por el foro.

RELACIONES PELIGROSAS

“Algunos son unos enfermos. Hay uno que trata mal a las chicas, lastima. Algunas lloran, quieren devolver la plata, irse. Es un bruto, no lo sabe hacer. Yo debería escribir un libro: la técnica de la cola. Si lo hacés bien, no duele, hasta es mejor. Propuse un foro donde las escorts contáramos nuestras experiencias. El tipo me bardeó, me salí de la web. Deberíamos agruparnos, tener obra social.”

¿Tenés contacto con la organización de meretrices?

–No, ni idea. Aporto como monotributista. Hay un tipo que nos hace recibos de sueldo para sacar tarjeta de crédito. Hice un curso de uñas y maquilladora. Todo es plata: la pelu, el personal trainer. Tengo un amigo cirujano, se lo pasé a varias chicas, no me decidí a agrandar las lolas.

¿Cómo son las relaciones entre ustedes?

–Asperas. Tengo pocas amigas. A veces pasás un cliente porque a ellos les gusta variar, pero algunas se zarpan. Amenazan con contar en tu casa. Con eso no me pueden presionar. A mi mamá le tuve que blanquear, pero es chapada a la antigua. Sabe, tiene miedo por mí.

¿Te protegés?

–Sólo hago sexo oral “sin”. Me explicó un amigo que tendría que tragar mil litros de semen para contagiarme. Si dejo de hacer sin, pierdo la mitad de los clientes.

¿Te excita el sexo por trabajo?

–Trato de pasarla bien. No acabo con todos, elijo. Si tenés muchos orgasmos, te cansás. Si estoy agotada, una coca y aspirina. Algunas resisten con droga y se gastan la plata.

¿Te enamoraste?

–Eso no se cuenta. Tengo novio y cree que trabajo en ropa infantil.

Apoya tres celulares en la mesa. Suena uno, mira la pantalla. La invitan a navegar. Suena otro. “Sí, tengo un par de amigas para juntarnos”, “por el lugar no te preocupes.” Suena otra vez, frunce la boca: “No respondo llamados sin identificación”.

“Pasé malas experiencias. Una vez fui con un viejito. Llegamos al hotel, tenía un olor repugnante. Le dije: ‘Gordi, ¿nos bañamos?’ No tienen idea de cómo se lavan los genitales. Voy a escribir otro libro para enseñarles. Le pedí la plata. Le dije: ‘No arreglamos ese precio’. Dice: ‘Tu amiga dijo eso’. Le propuse: ‘Te vestís y vamos con mi amiga’. Dijo que iba a denunciarme por maltrato. ‘Y yo te voy a denunciar por sucio’. Voy maquillada, peinada, higienizada, depilada, termino, me baño, me cambio la ropa interior. Exijo lo mínimo. Otra mala fue con uno que al terminar pidió que lo acompañe a un cajero y salió corriendo. Ojo: este laburo no tiene el dramatismo que pintan las películas, es tranqui, sobre todo de día.”

Hay quienes piensan que la prostitución es una clase de opresión.

–Lo escuché, no me siento víctima. Sé que hay chicas explotadas y me preocupa, pero es otro rollo, mafias y delincuentes. Lo mío es independiente. Lo elijo. Si volviera a nacer lo elegiría otra vez. Lo único que no volvería a hacer es trabajar en el shopping.

Habla bajo. En el bar todos susurran. Las miradas pesan. El panzón se va por la puerta. A los tres minutos se va la dominicana. Se encontrarán en el hotel. “En una época el hotel nos pagaba un porcentaje del consumo. Yo pedía todo: juguetitos, comida. Cada mes retiraba mi sobre. Ya no pagan. La crisis afecta. Lo que me liquidó fue la gripe A.”

“…cada día salgo de casa con cien pesos. La tarifa de escort depende de la edad, físico y servicio. Cobro de 400 a 1000, depende de la cara. O digo: ‘lo dejo a tu criterio, si te parece que valgo menos’. Derroché mucho. Quiero terminar de pagar el auto, comprar un departamento. Después una Toyota SW4. Mirá”. La foto de la camioneta es su tapiz de celular. “Abro el teléfono y me recuerda no gastar. Sé que no la ganaría en otra cosa. A veces te toca alguien que no te gusta. Le pongo onda. Peor el pico y la pala.”

“…estudié medicina, ciencias políticas y ahora me anoté para contadora. Soy cambiante. Trabajo sólo de día en el centro. Lunes y viernes se labura mucho. Me gusta el ambiente de casados, gente con responsabilidades. Prefiero a los mayores. Los pendejos maltratan, te dejan de cama. Soy puntual. Si me piden un servicio de quince minutos en una oficina, no me puedo demorar. Hay uno que me dice: ‘Sos idéntica a mi esposa cuando era joven’. Yo pienso ‘y vos sos un enfermo’. De noche no trabajo. Salvo si voy a bailar a Esperanto o Ink, y se da. Me gusta un pub como Black, frente al Alvear, pero trabajás si sos morocha: los gringos en sus países tienen rubias a lo loco”.

En el bar esta tarde hay dos turistas de camisa planchada. Toman cerveza. Analizan la oferta. A uno se le cae el vaso y se le rompe. Las chicas ríen. Ursula paga. Nos desean suerte. Afuera anochece y la rubia se va a encontrarse con alguien.

¿Existe el famoso book de los hoteles cinco estrellas? “Es un mito. En quince años no vi uno. Hay argentinos que lo piden, se ponen pesados: mostrámelo. Quizás existen en departamentos o agencias de modelos. Antes las chicas dejaban la tarjeta. Con Internet cambió. Ahora fotocopiamos el DNI de las escorts que ingresan. Al que pide chicas, lo mandamos al pub –cuenta el conserje de uno de los mejores hoteles porteños.

Hay sitios donde una mujer no puede entrar sola, salvo que vaya a trabajar: Madaho’s es uno. Tras varios llamados, doy con la persona. No termino de explicar. El tipo se enoja, grita: ‘Acá no trabajan chicas’. ‘¿Perdón, no hay bailarinas? Lo dice su web’. ‘No me interesa, se distorsiona todo. Tomamos a las chicas por la Asociación Argentina de Actores. Al que te dio mi nombre mañana lo echo’, grita. (¿Cómo tratará a las chicas y por qué el gobierno de la ciudad de Buenos Aires lo incluye en su web?) En foros donde se habla sólo inglés, extranjeros se solidarizan: ‘Una chica de Madaho’s fue echada por transar por menos plata’”.

Madaho’s queda frente al cementerio de Recoleta. Tiene un frente de lápida: negro y marmolado. Desde la puerta se ven las alas de los ángeles que adornan las tumbas. Sobran hombres, autos relucientes y personal de seguridad. Adentro: butacas rojas, barra, luces verdes, streapers, table dancers. Afuera, en la vereda corren una decena de hermanitos venidos de Wilde. Venden rosas a medianoche. “Acá está la plata”, dice una nena de 12 años. Cada vez que un señor y una mujer salen y paran un taxi, ella se acerca, les ofrece una rosa. Todos le compran.

Personajes: Estela de Carlotto, La Nación

Una entrevista que hice a Estela de Carlotto, con motivo de la recuperación del nieto número cien.
Publicada el domingo 10 de enero de 2010 en LNR.

Para ver la nota on-line, click acá.

«LAS ABUELAS NUNCA ENTRAMOS EN JUEGOS POLITICO-PARTIDARIOS»

La recuperación de identidad del nieto número 100, su cercana relación con el Gobierno; la deslealtad de algunos amigos y las ganas de seguir, a los 79 años. De todo ello habla Estela de Carlotto en esta entrevista

lanacion.com | Revista | Domingo 10 de enero de 2010

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En el hall de la sede central de Abuelas de Plaza de Mayo hay un cuadro que crece. Tiene las fotos de los nietos recuperados; falta encontrar a 400. Entre ellos, al nieto de su presidenta, Estela de Carlotto, que celebró recientemente la recuperación de identidad del nieto número cien. Fue casi 30 años después de localizar a las primeras, las hermanas Tatiana Ruarte Britos y Laura Jotar Britos.

Pero por los días en que dialoga con LN R el tema que la hace aparecer en los medios es otro: la toma de muestras de ADN a los hijos adoptivos de Ernestina de Noble.

-Para muchos, más que de una búsqueda de identidad, esto es parte de una pelea política que involucra al gobierno y al grupo Clarín…

-Esto es responsabilidad pura y exclusiva de los políticos que se meten a hablar barbaridades. Lilita Carrió bastardeó el tema diciendo que rechazaba las leyes con las que estuvo de acuerdo en 2003, que se trataba de una pelea direccional entre la presidenta y Ernestina Noble. ¡Nada más deshonesto que decir algo así! Me extraña que Gil Lavedra diga que hay que considerar el derecho de la familia, cuando la única familia que hay es la que está buscando. La otra familia puede haber tenido buena fe, o ser una ladrona. Y Strassera dijo que si el chico no quiere hacer la prueba, que no se haga, desconociendo que se trata de un delito de acción pública y que el Estado tiene que llegar a la verdad, a saber qué y cómo ocurrió, hasta las últimas consecuencias.

-La ley de extracción de ADN por métodos alternativos se aprobó en el Senado con un voto en contra. La creación del Banco Nacional de Datos Genéticos fue más controvertida. ¿Por qué?

-No fue fácil. No puedo entender que gente amiga, en vez de venir acá y hablar con nosotros, hizo una especie de trabajo paralelo en contra. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, que fue siempre un amigo, repartió notas en el Parlamento, contrarias, sin hablar con nosotras. ¿Cómo podían decir que el Banco que pertenece a la Nación se va a perder? Si se pierde eso, perdemos los nietos. A veces se olvidan de que las Abuelas hemos salvado al Banco mil veces. Buscando reactivos en el exterior, haciendo campañas de recolección de fondos, pidiendo que mantengan al personal. Que gente que ha sido amiga se haya comportado así me pareció una deslealtad.

El nieto número 100 no era apropiado: Matías Espinosa es hijo de Tulio Valenzuela y Norma Espinosa, militantes. Cuando Norma estaba embarazada, se separaron. Ella se retiró y se fue a lo de sus padres. Tulio pasó a la clandestinidad. Después, desapareció. Matías creció con su madre. Adolescente, se acercó a Abuelas y contactó a sus tíos paternos. En 2009, se restituyó a Sabrina, su media hermana (hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro). Matías fue derivado a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) para estudios genéticos. En junio se confirmó. Recién a fin de año Matías hizo pública su historia: el nieto número cien.

-¿Qué significó encontrarlo?

-Siempre auguramos esa cifra. Es muy simbólico. El primer centenar de los 500 secuestrados. Las leyes que se aprobaron en 2009 pueden dar resultados muy buenos este año. Quizás animen a muchos chicos a que acepten esa prueba de ADN alternativa. No es agresiva, el rescate de una prenda, un peine. Los libera de esa especie de traición a quienes los criaron, a los que están ligados sentimentalmente.

La nieta 99 no vive: Mónica Santucho desapareció cuando secuestraron a sus padres. Antes, escondió a dos hermanitos en un tacho de basura. Los salvó. Tenía 14 años. Fue torturada. El Equipo de Antropología Forense identificó sus restos.

Al nieto 98 la familia no lo buscaba. Martín Amarilla Molfino, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, nació en cautiverio. Sus parientes no sabían del embarazo. Martín se acercó a Abuelas. «No da con nadie», decían los genes. Hasta que alguien contó que Marcela tuvo un bebé detenida. Todo se hilvanó. Martín se encontró con tres hermanos.

-Tres historias atípicas donde el cuerpo, después de años, habló.

-Antes íbamos detrás de los árboles. Hoy contamos con investigación y técnica. Apretás un botón y cruza todo. Las Abuelas estamos haciendo un estudio de las maternidades clandestinas. De acuerdo con nacimientos y encuentros, al saber quiénes estaban ahí, podemos presumir quiénes tienen al resto. Con los juicios, surgen más datos. Uno dice: «¿Cómo no lo dijiste antes?» «Creía que no servía». ¡Todo sirve!- dice Carlotto.

-¿Recuerda su primer encuentro con Abuelas?

-Habrá sido por abril de 1978. Recibí un buen consejo de mi consuegra, Nelva Falcone, mamá de María Claudia Falcone, víctima de la Noche de los Lápices. «Estela, ¿por qué estás sola si hay otras señoras en La Plata que se reúnen? Algunas están buscando nietitos». Con mucho cuidado nos encontrábamos en confiterías, estaciones, iglesias. Yo había empezado a gestionar mi jubilación como directora de una escuela, para buscar a Laura, mi hija. Tenía noticias de que mi nieto nacería en julio. La jubilación me llegó en agosto de 1978, tres días después de enterrar a Laura. Fue muy terrible. Me metí de cabeza. Al principio, las Abuelas no teníamos nada; era todo artesanal. Se complejizó por necesidad de la función.

-¿Cuántas Abuelas quedan?

-Crece la institución, pero decrecen las abuelas. Es fuerte. Hay que ser realistas, saber que así es la vida. Las abuelas que se nos han muerto sin encontrar a sus nietos tienen en nosotras la búsqueda. Y las que viven tienen 90 años. Quedamos las que podemos. Somos una comisión de 13. Algunas llegan arrastrando sus pies, con su sordera a cuestas, sus «los días de frío, no». Somos frágiles. Todos los días somos cinco abuelas. Y una enorme presencia de juventud en el equipo jurídico, psicológico, genético.

-¿Aún se emociona o lo vivido endurece?

-Siento una emoción terrible. Cuando Claudia, mi hija, que es titular de la Conadi, me contó de Martín Amarilla Molfino, pegué unos gritos bárbaros. Un día estaban sus familiares acá, en la sala grande. El estaba en la Conadi recibiendo la noticia. Le dije a Claudia: «Cuando sea prudente, preguntale si quiere conocer a su familia». Después ella llamó para decir que el chico venía para acá. ¡Salí a esperarlo a la puerta! Es lo que alimenta el alma para seguir.

-¿Qué la impulsa a tanta actividad?

-Temperamento y compromiso. Antes de que me tocara ser de Abuelas de Plaza de Mayo, era directora. Para ser maestra hay que estar preparada, atender a los niños con amor. Ya tengo 79 años, ¡un horror! No me doy cuenta. Hago más que a los 20. Y el físico, a pesar de mis ñañas, me responde. Vivo sola (su marido Guido falleció hace 8 años), puedo acostarme a la una, dos de la mañana y levantarme a las 6 para desparramar papeles de Abuelas. Acá es imposible, hay una presencia de personas y cuestiones por responder. Los domingos al mediodía los paso en familia, preparo tallarines con una salsa de tres tiempos. Somos los Campanelli. Y ese día no se habla de política.

-Volviendo a la política, a usted se la critica por su cercanía con el gobierno de Kirchner.

-Aplaudo al gobierno en lo que hace en Derechos Humanos como gestión, no como partido político. Las Abuelas no entramos nunca en juegos políticos partidarios

-¿Tiene charla íntima con la Presidenta?

-No. Cristina es muy conversadora, agradable. Pero no soy de entrar en confidencias. Ella dice que yo la hago acordar a la mamá y yo digo que por el look me hace acordar a Laura. Hay cariño.

-Pero, ¿puede ser crítica con ella?

-Si le tengo que decir algo, lo digo; si hay que pedir algo, pido. Y si la tengo que criticar, también.

-¿Qué opina de la pena de muerte?

-El dolor de una madre cuando pierde un hijo es el mismo, uno lo comprende y lo acompaña. Pero hay tiempos de dictadura y de democracia. Uno lamenta la muerte de un policía y respeta el dolor de esa mamá. Pero un policía elige empuñar un arma y correr un riesgo que no tiene, por ejemplo, un maestro. Por otro lado, creo que los discursos que piden pena de muerte son de gente que está en la vereda de enfrente. Eso de «tenemos que matar» es contagioso para una sociedad que está temiendo por la inseguridad. Sí, vemos que la hay. Pero hay que buscar los motivos de esa inseguridad. ¿Quién es ese chico que se droga a los diez años? ¿Quién le da la droga y quién le da el arma? ¿Ese chico nació malo? No. Los usan de puente, de correo. Hay que buscar las causas sin echarnos culpas entre nosotros.
De odios y rencores

Una tarde, Carlotto llega al estudio fotográfico de La Nacion, del brazo de Jorgelina Azarri de Pereyra, la Abuela Coqui, titular de Abuelas de La Plata. No necesita peluquero ni maquillador: el cabello esponjoso, ojos bien sombreados. Mientras hace las fotos, su compañera la describe: «Cálida, inteligente, muy trabajadora. Nos representa muy bien. Somos de La Plata, nos conocimos por lo que nos tocó vivir por nuestras hijas. El amor nos condujo a la calle. Pasamos angustia y felicidad. Logramos cosas que no nos imaginamos nunca. Hace un año y tres meses tuve la dicha de encontrar a mi nieto. Al verlo, le hablé a mi hija: «Amor, encontré lo que siempre te prometí». La lucha sigue. Me siento más comprometida: quiero que todas las Abuelas vivan esta alegría», dice Coqui.

-Carlotto, ustede suele decir las cosas de modo conciliador. ¿Años de experiencia, estrategia, o siempre fue así?

-Me criaron así. Recibí enseñanzas morales de respeto al otro. Podemos no pensar igual. Y se puede decir lo mismo sin ofender. Con las Abuelas recorremos barrios, pueblos, universidades para hablar de esto: no escuchemos a esos que ven en el otro un enemigo porque piensa gris y pienso blanco. Pensemos en el país, en la Argentina. Enemigos de la humanidad son Videla, Massera, Bignone. Los que reivindican los crímenes y los volverían a cometer.

-¿Cómo es vivir buscando a un nieto?

?Mi nieto tiene 31 años. En algún lado está. Antes, yo miraba las caritas de nenes de su edad. Una vez seguí a una mamá que tenía en brazos a un bebé parecido a uno de mis hijos. Se dio vuelta, era idéntica al chiquito. Qué locura. Seguí y sigo mirando. Ya no me obsesiono. Me da un respingo el cuerpo cuando alguien dice «¡vení, Guido!». Y si veo que es de la edad, por ahí le pregunto cuántos años tiene. Se está usando bastante el nombre Guido. Tengo ilusiones cuando hay casos que coinciden con su historia. Pero busco a todos los nietos. Por disciplina no entro en angustias, fantasías. Es lindo cuando me dicen «te siento mi abuela». El día que encontramos el nieto de Coqui, lo disfruté tanto. Es como encontrar el propio.

-¿Sus nietos buscan a Guido?

-Lo esperan, más que buscarlo. Saben que estoy yo. Me toleran como una abuela un poco ausente, a veces me ven más en la pantalla. Pero es una espera de todos, el nieto que falta. Mis hijos sí lo buscan.

-¿Guarda algo para él?

-El otro día pensaba qué voy hacer. En cada encuentro o congreso nos regalan camisetas, prendedores. Guardo cajas repletas de remeras y suvenires, para mostrarle cuántos lugares recorrí buscándolo. De Laura hay un archivo biográfico que se arma en Abuelas, con testimonios de quienes conocieron a los padres. El otro día me encontré con una chica que vivió con ella. Decía: «Laura hablaba mucho de ustedes, contaba que en su familia inventaban términos». Es cierto: a la frazada le decíamos pitilla. Y le contó que inventamos una forma de llamar las partes sexuales de la mujer y el varón. Laura tuvo humor hasta el final. A veces pienso: ¿qué soy yo? Si la que dio la vida fue ella. En nuestras últimas charlas, me dijo: «Si me pasa algo, la muerte de todos los que luchamos, no va a ser en vano».

-¿Alguna vez sintió rencor?

-Ni odio ni rencor, lo mismo la mayoría de abuelas y padres. Buscamos el triunfo de la verdad sobre el plan sistemático de robo de bebés. Estamos encontrando la vida y la muerte, como el caso de Mónica. Pruebas en contra de aquellos que creyeron que nunca se iban a saber los crímenes que cometieron. Apuntan a recomponer esta historia tan dura que los malintencionados quieren que se oculte.

Por María Eugenia Ludueña
revista@lanacion.com.ar
Algo muy personal

Estela de Carlotto se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo en abril 1978, meses después de la desaparición de su hija Laura, a fines de 1977. Su marido, Guido, también fue secuestrado y torturado. Falleció en 2001.

Tiene cuatro hijos: Laura, Claudia (titular de la Conadi), Guido (senador provincial, en Buenos Aires, FPV) y Remo (diputado del FPV). Y catorce nietos.

Es la presidenta de Abuelas desde 1989. Abuelas de Plaza de Mayo reconoce como fecha de iniciación el 22 de octubre de 1977.

Guido, el hijo de Laura, nació el 26 de junio de 1978 en el Hospital Militar.

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